Elección presidencial, el ‘coronamiento de la desposesión de la democracia'

Mar, 26 Sep 2017
El filósofo francés Jacques Rancière ofrece conferencia magistral en la IBERO
En la forma democrática estrictamente concebida, el pueblo no designa diputados para decidir y discutir en su lugar, el pueblo decide por sí mismo en la asamblea del pueblo y lo único que va a delegar es la ejecución de las tareas, del trabajo
  • Jacques Ranciere, filósofo francés (Valentina González/IBERO).
  • Conferencia magistral acerca de la democracia (Valentina González/IBERO).

La elección de un presidente por medio del sufragio universal es presentado como el gran logro democrático, sin embargo, es el 'coronamiento de la desposesión de la democracia', de delegar todo el bloque de poder popular en un individuo, señaló el filósofo francés Jacques Rancière tras recordar las recientes elecciones en Estados Unidos y Francia, así como los próximos comicios en México.

Durante una visita especial a la Universidad Iberoamericana, explicó que la democracia no es una forma gubernamental de la distribución de los poderes, es el ejercicio de un poder en exceso que rebasa toda distribución del poder, es una práctica de la política imposible de estabilizar como sistema de instituciones estatales porque sobrepasa cualquier fijación y congelamiento de las posiciones respectivas entre gobernantes y gobernados.

“La democracia no es el poder de una clase social o forma de existencia social, es el poder de cualquiera y ese poder destruye la distribución de las identidades sociales de las posiciones y competencias. Destruye las esferas mismas que separa lo social de lo político. La democracia pensada de esta manera no es una forma sino un poder de transformación, es una práctica que inventa formas de manifestación de la capacidad de todos, y desplaza el juego mismo de las posiciones que fijan y congelan las relaciones entre gobernantes y gobernados”, explicó durante una conferencia magistral que impartió en el auditorio José Sánchez Villaseñor.  

Previamente, el profesor de política y estética explicó que un pueblo democrático es un pueblo que ejerce por sí mismo su poder y que por lo tanto no puede ser representado. En la forma democrática estrictamente concebida, el pueblo no designa diputados para decidir y discutir en su lugar, el pueblo decide por sí mismo en asamblea y lo único que va a delegar es la ejecución de las tareas, del trabajo.

“Esta delegación tiene una forma muy precisa, además, no es la de la elección, sino la del sorteo. La posibilidad de ser representado remite a un principio más fundamental. La idea democrática del pueblo presupone una capacidad compartida por todos, en este sentido, el poder del pueblo no es el poder de la población ni de su parte más pobre o numerosa, sino el poder especifico de aquellos que no tienen ninguna cualidad particular para ejercer el poder”, explicó.  

A diferencia de la democracia, Rancière comentó que la representación afirma que hay un grupo social que tendría que ejercer el poder porque es el único capaz de representar los interese generales de la sociedad. Eso es lo que quiere decir, originalmente, la palabra representación, no que el pueblo deba ser representado por delegados, sino que debe ser gobernado por una clase que es representativa en el sentido de que representa los intereses generales del cuerpo social. Por ejemplo, para los redactores de las constituciones americanas del siglo XVIII esta clase era la de los terratenientes ilustrados.

“El sistema representativo, tal como lo pensaban, se oponía a la democracia porque la elección de los representantes era considerada como una fórmula aristocrática y se opone sobre todo porque el principio democrático es en el sentido estricto del término un sentido anárquico que no atribuye el hecho de gobernar a la posesión de ninguna superioridad; es por eso que el segundo presidente de Estados Unidos decía que la noción de la democracia es la noción de un pueblo que no tiene ningún tipo de gobierno”, detalló el experto en ideología, lucha de clases e igualdad.

El filósofo francés expresó que repensar la democracia es volver a evidenciar la naturaleza procesal de la experiencia democrática como invención continua de formas de igualdad. “Esto supone para mí la crítica de las dos grandes oposiciones que tienden a encubrir la textura misma de la experiencia democrática y en primer lugar es la oposición entre movimientos que se declaran efímeros y la estrategia a largo plazo”, agregó.

Valentina González/ICM

 

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