Las noches son largas en el castillo de Loyola. En su interior, Ignacio convalece. Hace unos días, una bala de cañón le destrozó las piernas. En su lecho, percibe aún el olor a carne quemada de sus extremidades.

En la soledad de sus recuerdos, medita sobre lo que ha hecho en su vida. Un crucifijo roto lo mira, lo irradia. Ha comenzado su etapa de reflexión, que lo llevará más tarde a luchar en nombre de la fe.

Casi 500 años después, estudiantes de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México participan en una instalación sonora inmersiva en la 'Casa de Meditación, encuentro y paz'. El objetivo es claro: pensar sobre nuestra contribución al mundo.

Esta actividad, bajo el nombre de 'Bote pateado', es una propuesta del Centro de Exploración y Pensamiento Crítico (CEX) de la IBERO para adentrar a las y los alumnos de nuevo a la filosofía ignaciana de nuestra institución.

Las y los jóvenes universitarios han quedado ciegos por un momento. Los siete asistentes del CEX, vestidos de negro, les han tapado los ojos con paliacates de colores. Están a punto de hacer un viaje retrospectivo.  

Sentados frente al gran ventanal de la Casa de Meditación -decorado con frases en tinta blanca-, ceden ante la imaginación. No ven nada, pero sienten las vibraciones en sus pies descalzos; aspiran los aromas y perciben la agitación.

Escuchan cómo rompe el mar en la costa cercana a Rochefort-sur-Mer, en Francia. Es 1917. Reviven y sienten el dolor de Ignacio de Loyola, herido en la guarnición de Pamplona. Es 1521. Se embriagan de la mano de un puñado de jóvenes en juerga al pie de la antigua Universidad de Salamanca. Es el medievo.

Los efectos sonoros ejecutados en vivo son vitales para esta acción escénica con público ciego. El Dr. Juan Carlos Henríquez Mendoza, coordinador del CEX, es el encargado de plantear las tres escenas sonoras.

Sombras caminan entre las y los asistentes. Los rozan, los meten en la dinámica. Más tarde, una estudiante confesará que se sintió nerviosa e insegura por tener los ojos vendados.

Cada una de las tres partes de la historia tiene sus propios sonidos: cadenas, jadeos, peleas, gritos, cuerpos que caen pesados contra el suelo (en realidad son almohadas), cantos, susurros, frases en latín y la voz potente del narrador que rebota contra los ladrillos rojizos del recinto. También hay silencios.

Tras 17 minutos, la propuesta escénica concluye. Rápido, los integrantes del CEX quitan los trapos a las y los estudiantes, quienes recuperan la vista con dificultad. Todos se miran, como lo hiciera aquel crucifijo roto con San Ignacio.

"(Me gustó) cómo van jugando con los sonidos y con la mente. Es importante plantearnos en dónde estamos y adónde queremos llegar y qué necesitamos para lograrlo", dice uno de los estudiantes. 

En el ambiente quedan tres preguntas que constantemente se plantean en la instalación sonora: ¿Qué han hecho? ¿Qué hacen? ¿Qué quieren hacer? 

Las y los alumnos toman sus cosas. Se atan los zapatos y sonríen por la experiencia. En el ventanal, hay una frase del himno universitario Gaudeamus Igitur: "Alegrémonos, pues, mientras somos jóvenes". Y así se van, los nuevos inquilinos de la IBERO.

¿Qué es el CEX?

"El Centro de Exploración y Pensamiento Crítico es un espacio para poner todas las verdades en tela de juicio, para romper paradigmas, cuestionarnos, y tratar a través del pensamiento crítico cambiar esa realidad y este mundo", afirma Ana Valeria Fernández y Rojas, integrante de este proyecto universitario.

Agrega que el método de participación del CEX es a través de instalaciones sonoras, audiovisuales, grafitis, estencil; conferencias y paneles (en la parte más académica); así como despliegues en calle y acciones fuera de la Universidad.

Para los interesados en unirse al CEX, pueden escribir a juan.henriquez@ibero.mx y ana.fernandez@ibero.mx, o llamar al número 5950-4000, extensión 7617.

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Iván Cabrera