#REFLEXIÓNIBERO: 2016, el año del mal humor social

Lun, 19 Dic 2016
El problema es minimizar este sentimiento social, afirma académico del Departamento de Psicología
Este problema se refleja en momentos críticos que rayan en el estallido social en algunos estados
  • Foto: Especial
Por: 
Dr. Óscar Galicia Castillo*

Hipócrates es conocido como el padre de la medicina. Dentro de sus aportes postulaba la existencia de fluidos que circulaban en el cuerpo a los que denominaba humores. La carencia, exceso o desequilibrio de estos humores provocaban la aparición de enfermedades y cambios en la personalidad del individuo. Por supuesto la teoría humoral se encuentra totalmente superada, pero su influencia llegó a ser tan grande que a la fecha, cuando una persona está molesta o enojada, aún decimos que está de mal humor.

Recientemente hemos escuchado el diagnóstico que el Presidente hace acerca de la situación social del país, refiriéndose  a ella como “un mal humor social”. Este análisis no hace un reconocimiento siquiera de la gravedad del problema social del país,  por el contrario lo minimiza y evita el reconocimiento de los factores que provocan el malestar, así como deja fuera de la atención la  política  social o estrategia gubernamental a emplearse para solucionar el problema.

Este mal humor social no es una ocurrencia, ni es algo esporádico o azaroso que haya surgido del imaginario popular sin una razón aparente, todo lo contrario. Algo que resulta alarmante y a la vez indignante,  es la incapacidad de los gobiernos de este país para reconocer su responsabilidad en el origen de las variables que provocan no un mal humor social, como se ha llamado de manera inocua, sino en niveles graves de descontento que rayan en el estallido social en algunos estados y que se manifiestan en la grave crisis de seguridad del país.

Basta mencionar algunos datos. Por ejemplo, recientemente y de manera sospechosa al INEGI se le olvida como medir la pobreza y cambia la manera de hacerlo, de tal forma que registra una menor cantidad de pobres gracias a que el INEGI cambia la definición de pobreza y de un plumazo borra millones de pobres del país, gracias a los datos del CONEVAL (organismo que expresó su discrepancia con el INEGI) es posible observar que la pobreza va en constante aumento y del 2010 al 2014 pasamos de 46.1 millones de pobres a 55.3 millones de una población de 119 millones de habitantes, donde prácticamente la mitad del país vive en pobreza y 33 millones de habitantes  más están en situación de vulnerabilidad social, lo que podría elevar los niveles de pobreza rápidamente.

La población que posee un ingreso inferior a la línea de bienestar se eleva a 63.8 millones de personas y las personas sin acceso a seguridad social es de 70 millones de personas. Agreguemos la renuencia a elevar los salarios para mantener la “competitividad” del país y no disparar la inflación, lo que significa que es posible pagar barato el trabajo, lo que  ha llevado a una pérdida del 77.79% del poder adquisitivo de 1987 a 2014, de tal forma que tener un empleo formal casi equivale a tener un trabajo en niveles de explotación, de hecho la mayoría de la población económicamente activa tiene jornadas de trabajo de 45 horas a la semana en promedio, sin que esto les permita mejorar su situación económica.

De los 49.6 millones de personas económicamente activas existe una desocupación y subocupación (entre chambas) de 4.5 millones de personas y las personas ocupadas en el sector informal asciende al menos a 13 millones de personas con una tendencia que sigue en aumento.

Lo mejor que les pudo haber ocurrido a los gobiernos del PRI ha sido sin duda el PAN. Antes de la alternancia política, toda la responsabilidad de la acumulación del malestar social recaía directamente en el partido hegemónico, la alternancia permitió repartir esta responsabilidad con otros actores políticos, quitando de la luz a quien había sido hasta ese momento su máximo y único responsable.

Los excesos, la impunidad, la falta de acceso a la justicia, la falta de movilidad social, la desintegración familiar, la desintegración social, florecen en el campo de cultivo fértil de la pobreza y la marginación. La falta de efectividad de los gobiernos en turno en erradicar la pobreza y la falta de educación no es un problema de recursos, es que la pobreza es en sí misma un capital político que entrega votos a cambio de los programas sociales.

A una gran mayoría en nuestro país  le sorprendió el triunfo de Donald Trump en las pasadas elecciones: los votantes, hombres blancos, clase media baja y de baja escolaridad fueron su baluarte. La ignorancia, la pobreza y la falta de oportunidades podían explicar para muchos la credulidad de estos electores sobre las propuestas demagógicas de Trump. Cabe resaltar que en nuestro país la mayor parte del voto del PRI viene de personas en pobreza y con bajos niveles educativos, un electorado del cual es difícil desprenderse.

En Estados Unidos donde la gente voto por Trump no sólo por ignorancia, no sólo por xenofobia, sino por cansancio, por hartazgo, por no darle luz verde a la continuidad de un sistema representado por Clinton. Curiosamente valdría la pena preguntarnos si en nuestro país no se ha llegado a ese nivel de cansancio, de malestar, de desorganización, que incluso las opciones más desesperadas siempre y cuando parezcan opciones comenzarán a ser elegidas, incluso por aquellos que hubieran preferido otra cosa, sin embargo, el peligro consiste en creer que ya no hay opciones.

* El Dr. Óscar Galicia Castillo es coordinador de la Licenciatura de Psicología de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México.

 

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