#ANÁLISIS México-EU, ¿una relación comercial competitiva?

Jue, 14 Sep 2017
México se mantiene como el proveedor regional indiscutible de mano de obra barata y bajos salarios, con el agravante de que la tasa de productividad del trabajo es la más baja dentro de los países de la OCDE
  • Mtro. Arturo González y Sánchez, académico de la IBERO
  • Gráfica 1
Por: 
Mtro. Arturo González y Sánchez, académico del Departamento de Estudios Empresariales de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México

Desde hace varias semanas, Canadá, Estados Unidos y México iniciaron trascendentes negociaciones orientadas a actualizar y modernizar el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, en un ambiente relativamente tenso debido a los insultos-presiones-ignorancia y bravuconerías del Presidente 45 de la Unión Americana.

Desde el primer momento, los estadounidenses presentaron una posición inicial que se hizo eco de una de las mercantilistas propuestas de la Casa Blanca, es decir, la reducción del déficit en cuenta corriente que se presenta entre los Estados Unidos y los otros socios, Canadá y México. Por su parte, los representantes mexicanos, advertían en tono constructivo que sus objetivos eran los impulsar la competitividad de la región en una negociación en la que todos tuvieran algo que ganar.

El Secretario de Comercio de México se refirió a la competitividad de la región de América del Norte, con la intención de subrayar las obvias ventajas que ha generado este acuerdo para los países miembros. Lo anterior contrasta con los datos y argumentos de Lindsay Oldenski, investigadora de la Universidad Georgetown, que ofreció recientemente en un foro en California, los cuales son bastante claros: quien obtiene los mayores beneficios son las empresas multinacionales de los Estados Unidos. En tanto que México se mantiene como el proveedor regional indiscutible de mano de obra barata y bajos salarios, con el agravante de que la tasa de productividad del trabajo es la más baja dentro de los países de la OCDE. (González y Sánchez 2017, 41).

El punto de partida del análisis de Oldenski son los dos temas difundidos en los tuits proteccionistas del presidente de los EU:

1.- La producción manufacturera en los Estados Unidos se ha reducido en las décadas pasadas; y

2.- La razón por la cual se han perdido esos empleos en EU se debe a que las empresas manufactureras de ese país se han trasladado a México.

El tema de la pérdida de empleos en los Estados Unidos es más complejo que la visión que ofrece el inquilino de la Casa Blanca, pues es la producción compartida (off shoring y outsourcing) que ha promovido la inversión extranjera directa de las empresas multinacionales, como uno de los diversos mecanismos para reducir costos de producción en la carrera por el mercado global. Y uno de los pilares de esas políticas ha sido el aprovechamiento de la vasta mano de obra de bajo costo que habita en la gran mayoría de los países en desarrollo, con China e India a la cabeza, desde el advenimiento del neoliberalismo de fines de los años setenta. Esa gran fábrica del mundo que es China es el mejor ejemplo de la operación de la cadenas globales y regionales de valor que practican todos los países desarrollados y, obviamente, los Estados Unidos.

Como se verá, los datos agregados para 2014 que presentó Oldesnky indican otra cosa. Las empresas estadounidenses que operan en México, por ejemplo vendieron a este país un total de 292 mil millones de dólares y emplearon 1.5 millones de trabajadores. En comparación, las ventas totales en 1990 fueron de sólo 32 mil millones de dólares y generaron 550 mil puestos de trabajo.

El análisis de estos datos es un claro rechazo al planteamiento de la Casa Blanca que sigue defendiendo la delegación estadounidense:

1.- El estudio se realizó con datos de los pasados veinte años, a nivel de empresa individual incluyendo a todas las compañías multinacionales estadounidenses y se utilizaron métodos econométricos para reducir el efecto de otros factores externos que pudieran distorsionar la investigación.

2.- Los resultados indican que la expansión de las empresas de EU en el extranjero está altamente asociada a mayores ventas, ocupación, exportaciones, inversiones de capital, y gastos en investigación y desarrollo en los propios Estados Unidos.

3.- Se advierte, sin embargo, que la producción de esas empresas en otros países, si bien no está exenta de efectos negativos, también es cierto que tiene efectos positivos muy importantes.

En una buena síntesis, el ejemplo que se muestra indica los efectos benéficos para los Estados Unidos de un aumento de 10% en la ocupación en México que realicen las empresas multinacionales de EU: a) en el gasto en I&D; b) en las ventas totales; c) en el empleo que ello genera; y d) en las exportaciones y la formación de capital (ver gráfica 1).

Con base en los datos anteriores, Lindsay llega a tres conclusiones que se transcriben textualmente:

1.- La industria manufacturera estadounidense genera un total de 25 mil 642 empleos en ese país. A su vez, a nivel individual, cada empresa de EU en México ocupa en promedio mil 311 personas.

2.- Así, 10% de aumento en el empleo de una filial en México, significaría 131 puestos de trabajo.

3.- Para Estados Unidos, eso significaría 1.3% de aumento en el empleo en EU, es decir, 333 empleos en cada empresa, además de 4.1% en el gasto en I&D, y 1.7% en exportaciones.

Con base en esta información, concluye:

1.- La productividad de las manufacturas en EU ha ido en aumento, pero el empleo se ha reducido.

2.- Trasladar la fabricación manufacturera a México no es la razón por la cual se ha reducido el empleo manufacturero en EU, ya que la inversión directa que realizan las empresas en México tiene diversos efectos positivos en la inversión interna, el empleo, las exportaciones y en el gasto en I&D de EU.

¿Qué podemos concluir?

El mensaje mercantilista que el Presidente 45 y los representantes de EU traen a la mesa de negociación del TLCAN está equivocado y, obviamente, tampoco se puede concluir que México le hace daño a los trabajadores estadounidenses. Todo lo contrario. México y EU generan un mayor valor agregado al complementar sus capacidades.

Infelizmente, nuestro país contribuye mayoritariamente con mano de obra de mediana y baja calidad de bajo costo, en tanto que el gasto en investigación y desarrollo; y ciencia tecnología e innovación se realiza esencialmente en las empresas transnacionales de EU.

Lo anterior es una enorme limitante a la competitividad de México. Como lo ha advertido desde hace décadas Michael Porter: “A nivel global, la definición más intuitiva de la competitividad es la participación de los productos de un país en los mercados mundiales. Bajo esta definición, la competitividad es un juego de suma cero porque lo que gana un país, lo hace a costa de lo que pierden otros. Esta visión de la competitividad se utiliza para justificar intervenciones destinadas a inclinar las decisiones de los mercados a favor de un país determinado (la llamada política de industrialización, por ejemplo). También sustenta las políticas destinadas a conceder subsidios y otras subvenciones, mantener salarios locales bajos y devaluar la divisa del país, todo ello con la finalidad de fomentar las exportaciones. De hecho, sigue afirmándose con frecuencia que salarios más bajos o la devaluación 'hacen más competitivo un país'. Los empresarios y directivos han sido conquistados por esta visión de participación en el mercado porque parece dar respuesta a sus preocupaciones competitivas inmediatas” (Porter 2005).

Luego de casi 25 años de operación del Tratado de Libre Comercio, nadie niega que las exportaciones mexicanas han aumentado considerablemente, pero mantenemos unas de las tasas de crecimiento de la productividad más bajas entre los países de la OCDE y los salarios reales no sólo se han mantenido sino que han disminuido. El promedio del costo de la mano de obra en la industria manufacturera mexicana es ahora menor que en China.

Proponer como política de negociación que el futuro del TLCAN será benéfico para la competitividad de América del Norte, sólo confirma la interdependencia asimétrica que ha prevalecido en la región durante esas dos décadas y media. Tenemos que entender que la competitividad “es la ampliación […] del concepto de desarrollo económico y social, que consiste en identificar la combinación óptima de los sectores de producción, distribución y consumo de una sociedad durante un período lo suficientemente lago que permita mantener un nivel de productividad creciente que genere, al mismo tiempo, un adecuado nivel de bienestar social , educativo, cultural, ambiental y de innovación científico técnica, además de un conjunto de instituciones sólidas que lo garanticen” (González y Sánchez 2017).

Las lecciones de la historia económica reciente confirman que un factor decisivo en los proyectos nacionales, que han logrado una mejor inserción en la economía mundial, han incluido políticas claras orientadas a elevar la calidad de vida y los niveles de bienestar de la población en general, parte sustantiva de la competitividad. En los países en desarrollo, muchos políticos y líderes empresariales no lo han asimilado todavía.

prl/ICM

 

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