#ANÁLISISIBERO México, entre “el amor y el odio” de EU

Jue, 6 Abr 2017
En 2017, estadounidenses dijeron tener una opinión favorable hacia México, según Gallup
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El año pasado, México se convirtió en el punching bag de Donald Trump. Calificó a los mexicanos como violadores y criminales, y afirmó que acabaría con el TLC porque era el origen de los males de los estadounidenses, quienes estaban en desventaja a nivel económico y laboral.

Su discurso comenzó a afianzarse y aunque los especialistas creían que se trataba de un impulso del que se sabe perdedor, el 8 de noviembre, los peores escenarios se cernieron sobre nuestro país: Donald Trump se convirtió en el presidente 45 de Estados Unidos.

Sus ataques verbales pasaron al terreno de los decretos. Comenzaron los discursos de odio de los ciudadanos de a pie y los ataques racistas, casi siempre motivados, dijeron los expertos, por las voces disparadas desde la Casa Blanca.

Sin embargo, de acuerdo con una encuesta de Gallup difundida el 22 de febrero de este año, 64% de los estadounidenses dijeron tener “muy” o en su “mayoría” opiniones favorables sobre México, mientras que en 2016 el porcentaje fue de 59%.

Aunque históricamente hay cifras por encima—entre 2001 y 2005 oscilaron en 67% y 74%—, destaca porque es la más alta desde hace una década y deviene al discurso de campaña de Trump y las acciones posteriores una vez que asumió la Presidencia de EU el 20 de enero.

Gallup hace referencia a la mala imagen como un factor a la caída de los indicadores a partir del inicio de la administración de Felipe Calderón: “Después de alcanzar un máximo de 74% en 2003 y 2005, las opiniones positivas de los estadounidenses sobre México cayeron a 64%, en 2006, en medio de la mayor publicidad sobre la guerra contra las drogas, las pandillas y la migración ilegal”.

El peor año de evaluación para nuestro país desde la mirada estadounidense fue en 2011, el más cruento respecto a la lucha del gobierno federal contra los cárteles de la delincuencia organizada, con de 27 mil 213 homicidios, es decir, 24 por cada 100 mil habitantes.

Según las cifras, los demócratas impulsaron el aumento general en la calificación favorable hacia nuestro país (83%, 11 puntos más que en 2016), seguramente como un gesto de simpatía ante la figura y posicionamiento del actual inquilino en la Casa Blanca.

Aunque muchos en el Partido Republicano comparten las opiniones de Trump sobre México, “sus comentarios e iniciativas presidenciales parecen haber tenido poco o ningún efecto en las opiniones” respecto al porcentaje del año pasado, pues 46% fue favorable por 44% registrado el año pasado y 43% en 2015, cuando el magnate anunció su postulación.

La buena imagen de un país

Los analistas internacionales han destacado que uno de los problemas de México para enfrentar el discurso radical de Donald Trump, presidente de Estados Unidos, es la mala imagen que proyecta al mundo y la falta de una narrativa contemporánea que resalte lo bueno que tiene nuestro país, es decir, apoyarse en el poder suave.

Aunque parezca un elemento superfluo, la imagen está al mismo nivel que la parte más dura y cerebral de las relaciones que tiene un país: lo económico, lo político y lo social. A diferencia de estos ámbitos, el de imagen se ha dejado de lado y ante la falta de una política pública sobre el tema ha facilitado que el discurso de Trump se acepte como cierto.

Para Abelardo Rodríguez, académico del Departamento de Estudios Internacionales de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México, la imagen de un país es “la proyección y prestigio de si poder al interior del Estado y la forma en cómo despliega su inserción en el mundo en la economía, la política, el arte, la cultura, además de su preminencia militar”.

El prestigio y eficacia de sus gobiernos e instituciones, el cumplimiento de la ley, el combate a la corrupción y a la impunidad, la inversión en ciencia y tecnología, así como sus niveles educativos, contribuyen a mejorar la proyección de una nación.

“En las democracias establecidas además hacen un despliegue de su poder suave y de su fuerza cultural como herramientas de su política exterior y su diplomacia cultural, por ejemplo, Japón y Suecia. En las democracias hegemónicas existe una tensión entre el intervencionismo político por recursos naturales o territoriales. En el caso de Estados Unidos y el Reino Unidos existen reservas y dudas en la comunidad internacional por sus antecedentes imperiales. 

“Los países postautoritarios como el mexicano, carecen de instituciones fuertes, una cultura de la legalidad, y afianzan la corrupción. En la actualidad, la violencia desbordada ensombrece su proyección e imagen en el mundo”.  

Por ello, durante una ponencia en la IBERO, el internacionalista Leonardo Curzio afirmó que en este momento es necesario un divorcio entre la imagen del gobierno y la del país, para poder proponer un esquema que fortalezca lo que somos y lo que podemos dar al mundo.

El Dr. César Villanueva, coordinador del estudio La Imagen de México en el Mundo 2006-2015 y académico de esta casa de estudios, afirmó que durante la investigación encontró que “si bien el poder suave de México es atractivo y tiene un carácter distintivo, a su vez, no cuenta con la presencia global que requiere, ni la estructuración adecuada, y mucho menos los recursos económicos para proyectarlo al mundo de manera eficiente”.

“El poder suave mexicano es modesto en su concepción, reiterativo de símbolos de un pasado glorioso y demasiado solemne para jugar en las grandes ligas del consumo cultural actual”, expresó Villanueva Rivas, lo que lleva a la pregunta de Curzio: “¿Hace cuántos años no tenemos una buena historia que contar al mundo de México? (Traemos) un problema de narrativa nueva”.

¿Qué hacer para cambiar la mala imagen de México?

El Dr. Abelardo Rodríguez señaló que lo primero que debe hacer nuestro gobierno para es aceptar todos los males que aquejan al país: exclusión de los pobres y los indígenas, incorporación de la corrupción y la impunidad en la clase política, la economía y la sociedad; el bajo impacto al desarrollo económico y educativo, el factor migratorio ilegal y auspiciante de la delincuencia organizada.

“En la medida que México no sea capaz de resolver los puntos anteriores será difícil conformar una estrategia realista frente a Trump. Él se irá, pero los asuntos torales seguirán ahí”, por lo que una política de imagen resulta insuficiente.

“La política de un Estado consiste en anclar su poder con base en aspectos estructurales como el desarrollo económico, la cultura de la legalidad, el respeto a los derechos humanos y al patrimonio de los ciudadanos. En suma, requiere  tener un control cabal sobre tu territorio, fronteras marítimas, terrestres y aéreas; impulsar una política eficaz sobre el acceso a la justicia, una economía fuerte, una distribución del ingreso relevante y justo, un desarrollo social y cultural”.

Señaló que debe esforzarse en tener un esquema de seguridad nacional que sea congruente con el respeto a la sociedad y su historia en la proyección de su inserción y preeminencia en el mundo “sólo así, es posible el funcionamiento de una política pública que ayude a resaltar sus oportunidades y riquezas culturales y naturales, científicas y artísticas  que inciden en su imagen” a nivel internacional.

 

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