#ANÁLISIS AMLO y el NAIM: "Es la política, estúpido"

Lun, 15 Oct 2018
Académica de la IBERO afirma que la encuesta y consulta del nuevo aeropuerto es un tema político más que técnico
  • El NAIM podría fortalecer la imagen de López Obrador en el espacio político, afirma académica de la IBERO (Foto tomada de Diario de Yucatán).
Por: 
Dra. Ivonne Acuña Murillo*

Durante la más reciente campaña presidencial y en los meses posteriores, el tema del Nuevo Aeropuerto Internacional de México (NAIM) no ha abandonado las primeras planas de los principales diarios ni los programas de debate en radio, televisión y redes. La certeza de que se trata de un tema técnico y no de una cuestión política ha ocupado una parte importante del tiempo y los principales líderes de opinión se han empeñado en convencer a sus seguidores de que es un error poner a consulta de la población ‘no experta’ un tópico de tal envergadura.

El argumento principal es aquél a partir del cual se sostiene que la decisión sobre si debe o no continuar la construcción del NAIM o si se deben habilitar aeropuertos en funcionamiento como el de Santa Lucía, Toluca, Puebla, Querétaro para reducir el número de vuelos que llegan al Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) compete única y exclusivamente a quien será el próximo presidente de México, Andrés Manuel López Obrador, a partir del consejo de los expertos.

Los argumentos secundarios están dirigidos a restar valor a la apuesta de AMLO, al afirmar entre otras cosas: que ni él mismo sabe lo que quiere; que un día dice una cosa y otro día otra; que preguntar a personas inexpertas y sin conocimiento sobre qué hacer con los aeropuertos es un exceso cuando no una tontería; que la indecisión de AMLO tiene en vilo a los mercados, los empresarios y la sociedad; que de no salir bien esta consulta será el primer error garrafal de la próxima administración, con un alto costo político para el próximo mandatario.

Estos debates obedecen a la lógica de la opinión pública y la formación de corrientes de opinión en torno a un tema que ha sido presentado como de interés general cuando se pretende que el NAIM detonará un polo de desarrollo que beneficiará no sólo a los grandes empresarios y grupos políticos que sostienen este megaproyecto, sino a ‘los mexicanos’, se hayan subido a un avión alguna vez en su vida o no, en especial a quienes viven en las proximidades, pasando por alto el daño ambiental que esta obra está ocasionando ya.

Como se sabe, dichas corrientes son alimentadas por líderes de opinión realmente interesados en el bien común y por líderes que responden a intereses de grupos políticos y grandes empresarios. De tal suerte que, alimentar la confusión en torno a quién tiene la razón puede generar beneficios concretos para quien resulte vencedor de esta contienda pública.

Visto así, es posible identificar a dos actores principales: el futuro presidente de la República, su gobierno y el pueblo, por un lado; y el grupo de empresarios comandado por Carlos Slim y miembros del Grupo Atlacomulco, por el otro, como se desprende de las afirmaciones de Jenaro Villamil, articulista de la Revista Proceso, quien sostiene en su artículo ‘Nuevo aeropuerto, el gran negocio del Grupo Atlacomulco’, fechado el 6 de septiembre de 2014, que el actual proyecto fue imaginado hace décadas por el mismo Carlos Hank González.

Por su parte, el también periodista Salvador García Soto afirma en su columna ‘Serpientes y Escaleras’ del 28 de marzo de 2018, publicada en El Universal, que el NAIM es un proyecto urbano y logístico 20 veces más rentable que el mismo aeropuerto denominado Aerotrópolis, en el cual se contemplan inversiones y desarrollos que significan negocios multimillonarios y continuos para los próximos 50 o 100 años, siendo el Grupo Atlacomulco el principal beneficiario.

El arrasador triunfo de López Obrador modificó el tablero en el que estos políticos y empresarios habían planeado el que bien podría ser el gran negocio del siglo XXI, de tal manera que ahora deben presionar, negociar y ceder para concretar aquello que parecía imparable. Hablan, incluso, de disminuir el costo del NAIM, utilizando materias primas del país, evidenciando claramente que México no es su prioridad, pues cabe preguntarse por qué desde un inicio no echaron mano de lo que hay en el país, contribuyendo a dinamizar el mercado interno. ¿Así o más claro?

La enorme legitimidad lograda por AMLO en las urnas lo coloca en una situación de fuerza con la que tendrán que lidiar los grupos de presión y de interés que utilizarán todos sus recursos para no ver perjudicados sus intereses y su primera batalla está dándose ya en el ‘estira y afloja’ por la construcción del NAIM.

Llegados a este punto, se vuelve transparente la estrategia utilizada por López Obrador, primero, para llegar a la Presidencia, y luego para enfrentar a los grupos más poderosos del país. Su fuente de poder y legitimidad está en el pueblo, siendo este el eje central de todas sus estrategias al momento de responder a los desafíos pasados y por venir, incluido el nuevo aeropuerto. Aquí se sostiene, incluso, que los 30 millones de votos que obtuvo en la elección pasada lo convierten en el contrapeso fundamental de las élites que se han dedicado a saquear los recursos del país, convirtiendo a este último en el botín de unos cuantos políticos y unos cuantos empresarios.

Visto así, la otra discusión que se suscitó después de las elecciones en torno a que AMLO sería un presidente sin contrapesos, sólo toma en cuenta los contrapesos formales; el Congreso de la Unión, los congresos locales, el poder judicial, pero no dimensiona lo que suponen los contrapesos fácticos: gobernadores, empresarios, Ejército, Iglesia, crimen organizado. Poderes que, al amparo de tres administraciones, dos panistas y una priista, se han fortalecido al punto de amenazar la estabilidad y viabilidad de la República.

Afirmado lo anterior, se puede aseverar que tres serán las grandes estrategias que AMLO seguirá durante su gestión. Primera, tener al pueblo como fundamento de sus decisiones a través de las consultas ciudadanas apelando a la teoría de la democracia que pone al pueblo en el centro del poder, sin el cual López Obrador estaría desnudo, como el emperador de Hans Christian Andersen, frente a las élites rapaces que esperan ansiosas que se equivoque.

Segunda, sus giras continuas como una forma de constatación de que se hace lo que ha mandado, estando en contacto directo con los beneficiarios de sus políticas públicas, sin estos viajes estaría desnudo frente a su propio gabinete, legal y ampliado, y tendría que ‘creer’ en la información que éstos puedan o quieran proporcionarle.

Tercera, contando con el apoyo del pueblo, resistir la presión de las élites que son su contrapeso y que buscarán con insistencia la forma de hacerlo fracasar en su intención de cambiar el statu quo, moderar los privilegios y elevar el nivel de vida de la población, sin este apoyo estaría desnudo de nuevo frente a los grandes intereses que han llevado a México a ser uno de los países más desiguales y peligrosos del planeta.

En concreto, AMLO basa sus acciones en dos aspectos: uno teórico y otro fáctico. El primero responde a la teoría de la soberanía popular, según la cual el poder se ejerce en nombre del pueblo y para el pueblo. El segundo, supone acciones encaminadas a hacer efectivo el principio teórico.

Se encuentra en López Obrador, lo que a decir de Hans Lindahl, en su texto El pueblo soberano: el régimen simbólico del poder político en la democracia, se pueden considerar como las pretensiones del politólogo: el orden simbólico y el orden de los hechos empíricos. El primero remite a esclarecer “los principios generadores que los hombres sostienen entre sí y con el mundo”, en este punto su apelación al pueblo simboliza la fuerza que puede oponer a los poderes constituidos. El segundo, se relaciona con los rasgos empíricos, políticos y jurídicos, de las democracias modernas ejemplificadas en el derecho a elegir y ser elegido, en la regla de la mayoría decisoria, la protección jurídica de las minorías, etc. Como se puede observar, la dimensión simbólica es el fundamento filosófico de lo empírico.

Un ejemplo claro lo dio en la reunión que tuvo con los ingenieros de México en el Palacio de Minería, a inicios del mes de agosto, donde les reiteró que sería el pueblo quien decidiría en torno al NAIM, al tiempo que les pidió que hicieran, sin cobrar, un diagnóstico que sería compartido con el pueblo para que este cuente con más elementos al momento de realizar la consulta. Se podría decir que el mensaje último fue: “Los expertos serán los expertos, pero quien tiene la decisión final es el pueblo”. Esta postura se nutre de su supuesta indecisión en cuanto a la construcción del NAIM y sus declaraciones, aparentemente contradictorias y con información que se suma a cada paso operando como ariete para vencer la resistencia de los intereses creados, como se indicó arriba.

Con esta postura, responde igualmente a la reiterada acusación de ‘autoritario’, exorcizando los demonios que se afirma le rondan. Sin embargo, no logra escapar a la acusación de ‘populista’. Asumiendo sin conceder, se podría teorizar que lo que salta a la vista es que responde a la acusación de autoritarismo con acciones que bien podrían calificarse de populistas. Sin embargo, en este caso, el ‘populismo’ sería la respuesta obligada al sectarismo y elitismo de quienes se asumen dueños de México.

El asunto no es menor y no se reduce a un duelo de ‘etiquetas’, sino al enfrentamiento de poderes reales, los cuales se han contrapuesto simbólica y empíricamente desde que AMLO decidió buscar la Presidencia y que verán, en los seis próximos años, la batalla decisiva y por tanto la más profunda, aunque muy probablemente soterrada.

Consciente del reto que enfrenta, López Obrador se envuelve en la teoría de la soberanía popular y no permite que la distancia se interponga entre él y el pueblo y vuelve de nuevo a éste para agradecer los votos que lo llevaron a la Presidencia y le dieron mayoría en las Cámaras de Diputados y Senadores y promete volver cada vez que sea necesario, como se puede observar en la siguiente cita: “Por eso, siempre voy a estar con ustedes. No es de que ya ganamos y yo a gobernar y ustedes a sus quehaceres. No, no va a haber divorcio. Es gobierno del pueblo, para el pueblo y con el pueblo. Ahí les voy a estar informando de cómo vamos y voy a estar siempre recogiendo los sentimientos de ustedes, escuchando sus planteamientos. Ahora vengo además de agradecerles y a decirles que no les voy a fallar, vengo también a presentarles el programa básico, con lo que vamos a iniciar, ya en muy poco tiempo, desde el primero de diciembre que me van a poner la banda presidencial inicia con intensidad la transformación del país”. (Discurso del 11 de octubre de 2018 en Cancún).

Al otro día, en Mérida Yucatán, sostuvo también: “No voy a marearme, no me va a tentar el poder, no me va a cambiar el poder. El poder sólo tiene sentido y se convierte en virtud cuando se pone al servicios de los demás (…) Ya empezamos porque gracias a ustedes, gracias al pueblo no sólo se ganó la presidencia de la República, sino se ganó también la mayoría en la Cámara de Diputados, en la Cámara de Senadores”. 

En las plazas públicas, AMLO dialoga con sus seguidores, muy pronto gobernados, como si hablara con amigos, les da cuenta de lo hecho hasta ahora y de lo que se hará una vez tome posesión del cargo de presidente de la República. Les platica cosas como si estuvieran solos, de manera coloquial usa expresiones como “ustedes creen”, “como ven que”, “no se les va a hacer”, los hace sus cómplices, les hace sentir que están unidos en su lucha contra las élites, esa minoría rapaz de la que tanto habló en campaña y que, como el dinosaurio de Augusto Monterroso, sigue ahí.

Esa minoría rapaz pretende aislarlo, que se encierre en su palacio, como han hecho la mayoría de los presidentes, y que no se entere siquiera de lo que hacen sus colaboradores, si cumplen con lo prometido o no. Sin embargo, su instinto político le dice que no debe prescindir de su termómetro principal que es el contacto directo con el pueblo, al que incluso ha hecho corresponsable de su seguridad con frases como “me van a cuidar todos ustedes, me va a cuidar el pueblo”. Se puede adelantar que este contacto operará como el principio de realidad freudiano que le permitirá sobrevivir a los embates de la realidad creada por las élites.

Se puede concluir que, a la luz de lo expuesto, la encuesta (a realizarse los días 27 y 28 de octubre) y la consulta (dirigida al pueblo en general y a los grupos organizados) que se realizará en plazas públicas entre el 25 y el 28 de octubre, de 8:00 de la mañana a 6:00 de la tarde, para lo cual se instalarán mil 073 urnas, no buscan una respuesta técnica.

Esto es, López Obrador no quiere que el pueblo se vuelva de repente un experto en la construcción, viabilidad y operación de aeropuertos, sino en el apoyo político que requiere para enfrentar a las élites políticas y económicas que pretenden que sea el Estado quien siga financiando parte de los gastos que supone la continuación del proyecto del NAIM, para que una vez terminado, los beneficios se concentren en quienes han visto al aeropuerto de Texcoco y la Aerotrópolis como el mayor negocio privado del nuevo siglo.

Por tanto, es de política de lo que se habla y no de conocimientos técnicos. Por lo que AMLO bien podría afirmar en torno al debate sobre el NAIM: “Es la política, estúpido”.

*La Dra. Ivonne Acuña Murillo es académica del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México

 

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