Académicos jubilados son patrimonio y herencia de la Comunidad IBERO: Rector

Mié, 5 Dic 2018
Autoridades reconocen labor de docentes durante la ‘Ceremonia de reconocimientos para jubilados’
  • Los jubilados y las autoridades.
  • Mtro. José Antonio Morfín, Dr. Alejandro Guevara, Mtro. David Fernández, Mtra. Alma Polo y Dr. Javier Cuesta.
  • Mtra. Teresa Matabuena Peláez, directora de la BFXC.
  • Mtro. Manuel Berumen Rocha.
  • Mtra. Yolanda de la Parra Escontria.
  • Mtro. Roberto Sánchez de la Vara.
  • Dra. Jane Dale Lloyd Daley.
  • Dr. José Ramón Alcántara Mejía.
  • Mtra. Irma Martínez Fernández.
  • Mtro. Santiago Martínez Hernández.

Los jubilados de la Universidad Iberoamericana Ciudad de México son “patrimonio y herencia de nuestra comunidad, son parte de nuestra memoria y parte de nuestro orgullo”, afirmó el Rector David Fernández Dávalos, S. J., a las y los académicos de la IBERO que este año se retiraron de labor docente.

En la ‘Ceremonia de reconocimientos para jubilados’, el Mtro. Fernández Dávalos les dijo a ellas y ellos: “Ustedes son la Universidad Iberoamericana, son la que ahora entregan a quienes venimos detrás y la que nosotros entregaremos a quienes nos sigan más adelante. Esa es la tradición, es traer y entregar, y al entregar vamos imprimiendo nuestro propio aporte, nuestro propio sello”.

Por sus años de trabajo en la Universidad, donde construyeron comunidad y un saber necesario para México y para la actividad académica en general, la IBERO celebra y festeja a quienes entregaron buena parte de su vida, talento e inteligencia, con compromiso y con afecto, a través de este homenaje en donde se reconoció al Mtro. Manuel Berumen Rocha, de la Biblioteca Francisco Xavier Clavigero (BFXC); Mtra. Yolanda de la Parra Escontria, de la Coordinación General del Programa Técnico Superior Universitario.

Dr. Pedro Eugenio Freixas Rico y Mtro. Santiago Martínez Hernández, del Departamento de Arquitectura, Urbanismo e Ingeniería Civil; Dr. Darío Salinas Figueredo, del Departamento de Ciencias Sociales y Políticas; Mtro. Francisco Calderón Aragón, del Departamento de Economía; Mtro. Roberto Sánchez de la Vara, del Departamento de Estudios Empresariales; Dra. Jane Dale Lloyd Daley, del Departamento de Historia; Dr. José Ramón Alcántara Mejía, del Departamento de Letras; y Mtra. Irma Martínez Fernández, de la Dirección de Formación y Acción Social.

A todos ellos y ellas la IBERO y sus autoridades les están agradecidos, porque con sus capacidades cada uno apostó y aportó, apuesta y aporta, a la comunidad universitaria, con un decidido espíritu de servicio, enorme generosidad y gran gozo.

“Gracias por habernos dado y seguirnos dando lo que son, les estaremos siempre agradecidos. Estoy seguro de que vendrán más frutos en su vida, más logros, más capacidad de cariño, más amor por los demás”, puntualizó el Padre Fernández.

Con su jubilación se cierra un periodo de la vida y se abre otro. Y así como en la Compañía de Jesús se dice que un jesuita nunca se jubila, porque siempre tendrá algo que hacer, por su deseo de servicio y preocupación por los demás, un académico de la IBERO “tampoco nunca se jubila, aunque pase a ser parte de los jubilados”, porque esa espiritualidad propia de los jesuitas también la llevan dentro, y aunque termine su actividad formal dentro de la Universidad, seguirán produciendo, pensando y ofreciendo lo que tienen en los espacios que tengan a su alcance.

Vidas e historias compartidas

La maestra Teresa Matabuena Peláez, directora de la BFXC, relató que se han jubilado en los últimos diez años 88 académicos de la IBERO. Jubilados que desde el año pasado son reconocidos en una ceremonia “de recuerdo, de gratitud y de cariño, de años y años dedicados a lo largo de toda una vida al ejercicio del aprendizaje, la educación, la investigación, la difusión y la administración”.

Académicos y académicas que por 20, 25, 30, 40 o más años compartieron su vida e historia con la vida y la historia de la Universidad Iberoamericana, mujeres y hombres que a lo largo de estos años vivieron y se adaptaron a numerosos cambios estructurales, administrativos y de sede, y a nuevas sociedades, nuevos medios de comunicación y nuevas tecnologías.

Docentes que marcaron la vida de la IBERO en estas décadas, al crear planes de estudio y publicaciones; enseñar desde el aula, el laboratorio, la biblioteca y el cubículo; que dialogaron y enriquecieron a colegas y estudiantes, y se enriquecieron ellos mismos de la misma manera.

“Es ésta pues una ceremonia en la que agradecemos el fruto de este enorme esfuerzo cotidiano para formar a generaciones enteras de estudiantes que hoy son profesionistas que aportan conocimientos y habilidades a la sociedad, a quienes ustedes, desde sus muy diversos saberes, educaron con valores, respeto y sentido de la justicia”.

Una vida que lleva a la verdad y a la libertad

A nombre de las y los jubilados reconocidos, el doctor José Ramón Alcántara Mejía compartió lo que ha significado para todos y para él, la IBERO, su segunda casa a lo largo de muchos años, donde forjaron amistades con compañeros, colegas y alumnos; y dieron forma a sus mentes y corazones.

Entre los recuerdos significativos de su vida en la Universidad Iberoamericana, de su propia historia, el Dr. Alcántara destacó su primer encuentro con la IBERO, entonces en Churubusco, que desde la entrada le dio la bienvenida con la frase La verdad nos hará libres. Vino así a su mente el texto completo del Evangelio de Juan: Si ustedes permanecen en mi palabra, serán verdaderamente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.

“Permanecer en la palabra significa para mí una vida de justicia y compasión, y es este estilo de vida el que llevará a la verdad y a la libertad, y es este estilo de vida al que nos llamó la Universidad Iberoamericana”.

Él y sus compañeros jubilados hicieron de sus disciplinas un conocimiento que necesariamente debía arraigarse en la justicia y la compasión personales, para conducir efectivamente a sus alumnos a la verdad y a la libertad.

A ellos, los docentes, les tocó encontrarse con el advenimiento de los tiempos posmodernos, “cuando la palabra verdad comenzaba a ser cuestionada, quizá con razón, porque se había convertido en un instrumento de opresión, separación, discriminación, sobre todo por los fundamentalismos de izquierda y de derecha”.

“Pero entonces también descubrimos que la verdad que habita en la IBERO no tiene tanto que ver con declaraciones absolutas, como con la integridad, la coherencia, la racionalidad y, sobre todo, con una ética que permea todas nuestras actividades personales y profesionales”.

Ya ubicado el campus de la IBERO en Santa Fe, Alcántara Mejía recordó que algún tiempo colgó de la pared del edificio de Rectoría una estela que decía: Formando hombres y mujeres para los demás, la cual parecía indicar que, “la justicia, la compasión, la verdad y la libertad, que en su ejercicio nacen, deben tener un objetivo explícito: servir a los demás”.

Y fue en este nuevo campus donde se comenzaron a experimentar las contradicciones entre una zona exuberante, el Santa Fe corporativo, y la realidad de los barrios paupérrimos del pueblo de Santa Fe que, “nos llevó a reflexionar sobre nuestra nueva realidad cotidiana”.

Entonces “la IBERO despertó en nosotros la pregunta: cómo responder desde este lado, desde la Universidad, a las necesidades del otro. Surgieron programas que se llevaron a la zona de Santa Fe pero que no se quedaron aquí, sino que se ampliaron cada vez más y más. Y esto se extendió para que surgieran así también los institutos de investigación y los programas institucionales de investigación, cuya sola mención nos hicieron a todos conscientes del compromiso de la Universidad con esa justicia, esa verdad, esa libertad”.

“Los de ahora son tiempos distintos. Y por ello la jubilación, que pareciera alejarnos de esa forma de vida que ha sido para muchos nuestra cotidianeidad, es algo que nos llega a algunos con cierta aprensión. Qué va a estimular esa vida que adquirió su forma aquí y que ahora estará dedicada a otras actividades, sin duda muy gratificantes, pero que sin embargo estarán habitadas por la nostalgia de la estimulante vida universitaria”.

“Tal vez mi respuesta sea semejante a la de todos: nos jubilamos, sí, pero no nos retiramos. De hecho, no creo que sea posible retirarse del estilo de vida que nos formó durante tantos años como docentes, profesores y en todas las demás actividades que realizamos en la Universidad; esto lo llevamos con nosotros, y eventualmente, nos llevará a darle forma a nuestro nuevo estilo de vida”.

La jubilación no es el final de un viaje, sino el comienzo de otro, que es lo que significa jubilar, de jubileo, ese tiempo en que las cosas se reacomodan para dar paso a una nueva etapa de la vida, en la que, sin embargo, siempre estará arraigada “aquella que nos formó. Y que, para usar la última palabra que ha adoptado la Universidad, nos transformó”.

Algunas y algunos de los jubilados este 2019 seguirán en contacto con la IBERO y con sus colegas, pero la mayoría de su tiempo estará dedicado a otros proyectos de vida que, “nos llevarán a conocer la verdad de otra manera y que nos harán experimentar la libertad en forma diferente. Y esto será precisamente porque hemos estado, y seguiremos estando, vinculados a una comunidad que ha imprimido en nosotros este estilo de vida de verdad y libertad”.

La ‘Ceremonia de reconocimientos para jubilados’ fue presidida por: Mtro. David Fernández Dávalos, Rector; Dr. Alejandro Guevara Sanginés, vicerrector académico; Mtra. Alma Polo Velázquez, directora de la División de Estudios Sociales; Mtro. José Antonio Morfín Rojas, director de la División de Ciencia, Arte y Tecnología; y Dr. Javier Cuesta Hernández, director de la División de Humanidades y Comunicación.

Texto y fotos: PEDRO RENDÓN/ICM

 

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